Las secuelas de la presión arterial elevada

Hasta el 16 % de los adultos hipertensos en Estados Unidos no son conscientes de su estado y, por tanto, no se someten a ningún tipo de tratamiento médico [1]. La cifra es del 22% en los países de ingresos bajos y medios, donde el 80% de la mortalidad total está directamente asociada a las enfermedades cardiovasculares [2]. La cifra es dramáticamente mayor en los países más pobres.

Mientras tanto, la presión arterial elevada no tratada causa estragos en los órganos internos y los vasos sanguíneos durante años antes de que se tome alguna medida. Esto a menudo lleva a desarrollar condiciones que amenazan la vida, algunas de las cuales se enumeran a continuación.

Sistema circulatorio

Los vasos sanguíneos están sometidos a una tensión adicional cuando la sangre se transporta a una presión mayor. Su revestimiento interno se daña gradualmente, lo que constituye un mecanismo subyacente para el desarrollo de una amplia gama de afecciones médicas secundarias. En particular, la hipertensión favorece la aterosclerosis, un proceso en el que las arterias pierden su elasticidad y se estrechan hasta que ya no pueden proporcionar un flujo suficiente de sangre y el suministro de nutrientes y oxígeno.

Las arterias constreñidas y obstruidas tienden a abultarse y, en última instancia, a formar aneurismas, estructuras en forma de burbuja que son susceptibles de estallar. Un aneurisma es especialmente peligroso cuando se forma en las arterias que nutren el cerebro. El riesgo de muerte de los pacientes con un aneurisma cerebral roto es del 50 % y el 15 % de estos pacientes muere antes de llegar al hospital.

Cerebro

Otra forma en la que el cerebro puede sufrir el deterioro, el estrechamiento y la rigidez de los vasos sanguíneos es a través de la privación de oxígeno. Minutos después de que se interrumpa el suministro de oxígeno, las células cerebrales comienzan a morir. La interrupción del suministro de sangre al cerebro puede dar lugar al llamado ictus isquémico. Otro tipo de ictus es una hemorragia interna en el cerebro, denominada ictus hemorrágico. Suele estar causado por la rotura de un aneurisma, cuya formación se ve favorecida por una presión arterial elevada.

Corazón

La presión arterial elevada es un factor de riesgo importante para el desarrollo de una serie de afecciones cardíacas. Entre ellas se encuentran:

  • Enfermedad coronaria: la enfermedad cardiovascular más común, en la que la acumulación de placa grasa, denominada aterosclerosis, estrecha las arterias coronarias y endurece sus paredes. Como resultado, el flujo sanguíneo al músculo cardíaco disminuye considerablemente.

  • Ataque cardíaco: el suministro de sangre al corazón se reduce drásticamente debido a la obstrucción de las arterias coronarias, lo que provoca la falta de oxígeno y la muerte de las células del músculo cardíaco.

  • Insuficiencia cardíaca: un esfuerzo prolongado debido a la hipertensión arterial debilita el corazón hasta el punto de que es incapaz de bombear suficiente sangre y oxígeno a otros órganos vitales del cuerpo.

Deterioro de la actividad sexual

Los hombres con hipertensión no tratada son más propensos a sufrir disfunción eréctil [3]. La velocidad del flujo sanguíneo del pene es menor en los pacientes con presión arterial elevada debido a los daños estructurales en las paredes de las arterias, lo que provoca cambios en el rendimiento sexual. Los vasos sanguíneos pequeños del pene son especialmente propensos a la pérdida de capacidad de dilatación [4].

Del mismo modo, las funciones sexuales de las mujeres están en riesgo en caso de presión arterial elevada. Los estudios demuestran que las mujeres hipertensas tienen 1,7 veces más probabilidades de sufrir disfunciones sexuales [5]. La disminución del flujo sanguíneo hacia la vagina y el clítoris provoca una menor respuesta de relajación durante la estimulación sexual, sequedad vaginal, dolor y disfunción orgásmica.

Otros síntomas

La presión arterial elevada ejerce efectos adversos en prácticamente todas las partes del cuerpo, ya que todos los órganos dependen de un suministro oportuno e ininterrumpido de sangre. Esto es tan cierto para el corazón como para los riñones o los ojos. Controlar la presión arterial es una rutina tremendamente beneficiosa, especialmente cuando se experimentan síntomas desconcertantes e inespecíficos, como dolores de cabeza, hemorragias nasales, temblores, fatiga, náuseas, dolor en el pecho o falta de aire.

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Referencias:

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